De promesas rotas a priorizarme: El camino de regreso a mí

 Hace tiempo empecé a notar que algo en mí no estaba bien.

Me sentía insegura, llena de dudas, y con un miedo constante que parecía colarse en casi
cualquier situación. Como si, de repente, el mundo se hubiera vuelto un lugar hostil y aterrador. Incluso esa chispa creativa y alegre, que siempre había sido parte de mi esencia, comenzó a apagarse poco a poco.
Esto no fue algo que sucediera de la noche a la mañana. Fueron meses en los que, sin darme cuenta, ese desbalance empezó a afectar todo: mi salud mental, mi energía y hasta mi cuerpo.
Pero, hoy no quiero enfocarme en ese punto.
De pronto, como si una luz se filtrara en medio de tanta tormenta, sentí que aún quedaba algo por hacer. Algo que, aunque me costaba admitirlo, dependía completamente de mí. Fue entonces cuando empecé a notar cosas que siempre habían estado ahí, pero que me había negado a ver. Pequeñas señales de que todo esto tenía más que ver conmigo misma de lo que quería aceptar.
Me di cuenta de que muchas áreas de mi vida estaban descuidadas. Tal vez, solo tal vez, mi entorno era un reflejo de cómo me sentía por dentro… o quizás al revés. Mi clóset y mi cuarto estaban desordenados. Dejaba proyectos a medias porque, tanto emocional como físicamente, no podía terminarlos. Mis horarios de sueño y alimentación eran un desastre. Y, para colmo, tenía una lista interminable de promesas rotas hacia mí misma y sueños que había ido abandonando en un rincón, por miedo a enfrentar el mundo.
Todo lo que pasaba a mi alrededor, todo lo que sentía como un bloqueo, no era otra cosa más que el resultado de lo que estaba dejando de hacer por mí.
Y no fue fácil aceptarlo.
Me di cuenta de que había permitido que todo lo demás se volviera más importante que yo. Dejé que mis miedos tomaran prioridad sobre mi bienestar.
Esas pequeñas promesas que no cumplía conmigo misma, esos “mañana lo hago” que se acumulaban, no eran simples pendientes. Eran recordatorios de que no me estaba tomando en serio.
Y la verdad es esta: no puedes esperar que el mundo te tome en serio si tú misma no lo haces primero.
Cuando no te cumples, cuando no respetas lo que realmente importa para ti, todo a tu alrededor empieza a reflejar esa misma energía.
Por supuesto, entender esto no hace que todo mejore de un día para otro. Pero ese fue el momento en el que algo cambió.

Desde entonces, he estado trabajando en reconstruir mi relación conmigo misma. Ha sido un proceso, a veces cansado, a veces difícil, pero necesario y por eso te vengo a compartir algunas cosas que he aprendido.

1. Date el tiempo de conocerte.

A veces pasamos tanto tiempo distraídas que nos olvidamos de conectar con lo que realmente queremos. Tómate un momento para escucharte, sin juzgarte. ¿Qué necesitas? ¿Qué te duele? ¿Qué te hace feliz? ¿Que te llena el alma?

2. Haz lo que puedas, pero hazlo todos los días.

No se trata de hacer grandes cambios de la noche a la mañana. Pero si te prometes algo, cúmplelo. Aunque sea un pequeño paso, aunque parezca insignificante. Cada acción cuenta.

3. Hazlo por ti.

Hazlo porque lo mereces. Porque tu bienestar importa. Porque tu vida, tus metas y tus sueños son importantes. Nadie más va a darte el permiso para priorizarte, así que toma las riendas de tu vida, de tus sueños y de tu futuro y empieza ahora.

4. No te castigues

Nadie va a cuidarte mejor que tu mismo, y eso implica tomar decisiones que te hagan bien: comer mejor, descansar, moverte, apagar el teléfono, dejar lo que te hace daño y dejar de castigarte cuando te equivoques o no cumplas algo. No se trata de perfección; se trata de progreso.

5. Rodéate de inspiración, no de comparación.

No está mal mirar a los demás, pero el problema surge cuando empiezas a compararte con ellos.
Recuerda que tu camino es único, tan personal como tus sueños y experiencias. Todos partimos de puntos diferentes, con ritmos y desafíos propios.
En lugar de compararte, busca aprender de las personas que admiras: observa sus métodos, escucha sus consejos y deja que te inspiren para avanzar con más fuerza. Usa su ejemplo como un impulso, no como una medida para juzgarte.