Pero la verdad es que son solo días. Días normales que no tienen más magia que la que tú quieras darles. Nadie presiona un botón de “reset” cuando cambia el calendario, sigo aquí, con mis historias, mis aciertos, mis tropiezos, mis aprendizajes. Lo bueno y lo malo, todo sigue siendo parte de mí.
Y eso está bien. Es lo que somos.
Por mucho tiempo pensé que Año Nuevo era ese momento perfecto para empezar de cero, para cambiar todo lo que no me gustaba de mí misma. Hacía mis listas interminables de propósitos: bajar de peso (clásico), leer más, hacer ejercicio todos los días, aprender algo nuevo, ser más productiva… básicamente, convertirme en alguien diferente.
Y cada año era lo mismo. Si fallaba en las primeras semanas, sentía que ya había arruinado todo, sentía que el resto del año estaba perdido. Como si al no cumplir con esa versión perfecta de mí misma que había imaginado, de repente no valiera nada. Y entonces me llegaba esta voz interna que decía: “Ahí está, otra vez fallaste. Nunca vas a cambiar” y era demasiado peso para un mes que, honestamente, ya de por sí es complicado (¡enero dura como tres años!).
Ahora entiendo que esa presión no me sirve. Ya no quiero llenar mi lista con cosas que me hacen sentir que no soy suficiente. No quiero metas que sean una forma disfrazada de autocastigo.
Este año (y cualquier día del año, porque no necesito que sea enero), me doy permiso de ir despacio. De elegir cosas que me hagan bien, no cosas que me hagan sentir que debo ser otra persona. Pequeñas cosas que me conecten con lo que ya soy, no con lo que siento que debería ser.
Porque, al final, no somos proyectos que necesitan ser terminados. No tengo que hacerlo todo perfecto. Está bien avanzar lento, tropezar, o incluso detenerme.
Porque lo que importa no es cuántas metas logro, sino cómo me trato en el proceso.
Así que, si estos días te abruman, date un respiro. No tienes que correr. No tienes que ser más de lo que ya eres. A veces, estar aquí, con todo lo que somos, es más que suficiente.
Y tal vez eso sea lo que más quiero este año: seguir siendo yo, pero con más amor, más paciencia, y menos exigencias. Porque, al final, no hay un camino perfecto ni un ritmo que todos debamos seguir. Solo está el presente, este momento, y las pequeñas decisiones que tomamos para estar bien, un día a la vez.
Y si hay algo que quiero recordarme (y recordarte) es esto: no tienes que hacer nada extraordinario para merecer descanso, amor, o un nuevo comienzo. No importa si es enero o cualquier otro día del año. Tú, tal y como eres, ya eres suficiente.
